En África, los reveses diplomáticos encajados por Argelia ante Marruecos en los últimos meses no parecen detenerse, y la luz verde obtenida por Rabat el domingo en Monrovia para unirse a la CEDEAO no hace que agobiar a Argel y aún más al Polisario, los dos han apostado durante mucho tiempo sobre el aislamiento de Marruecos del resto del continente.
Dando su principio de acuerdo, a la adhesión de Marruecos al conjunto del África occidental, los 15 jefes de Estado de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental abrieron la puerta al reino para formar parte de la organización regional.
Mejor aún, los dirigentes de la Africa Occidental justificaron su decisión de acoger a Marruecos por los «lazos fuertes y multidimensionales de la cooperación» entre estos países y el reino. Por lo tanto, seis meses después del regreso de Marruecos en la Unión Africana en la cumbre de la UA en enero en Addis Abeba, la decisión de los jefes de Estado de la CEDEAO de incluir Marruecos, confirma este ultimo en su política africana.
Una política impulsada por Mohamed VI sobre la base de la cooperación Sur-Sur solidaria, en el que África tiene confianza en sus propias capacidades y recursos. Hoy en día, los frutos de la dinámica económica y política provocada hace una década son palpables y cifrados.
Decenas de empresas marroquíes están presentes en una veintena de países del África subsahariana y África Occidental. Una presencia apreciada por los socios de Marruecos, sobre todo que abarca los sectores esenciales para el surgimiento económico del continente: telecomunicaciones, carreteras, banca, seguros, construcción…
Todos estos desarrollos se experimentan como una afrenta insoportable por los responsables argelinos, sobre todo porque el régimen en Argelia había construido el aislamiento de Marruecos como objetivo prioritario y en línea de acción para la diplomacia argelina durante los últimos cuarenta años.
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