Si Christopher Ross no se ha reunido con el jefe del Polisario en Tinduf, no es a causa de la enfermedad de este último. De fuentes saharauis bien informadas en los campamentos de Tinduf aseguran que son los responsables argelinos que cancelaron la reunión como una señal de descontento en contra de la ONU, que ejerce presión sobre el Polisario para volver a la mesa de negociaciones con Marruecos.

Después de su visita el pasado febrero en la sede del Polisario en Argelia, el enviado de la ONU a cargo de la cuestión del Sahara Occidental, regresó durante tres días a principios de septiembre en los campamentos de Tinduf. Y siempre con el mismo énfasis: El Polisario debe ser realista y flexible como lo preconiza el Consejo de Seguridad para volver a la mesa de discusión. Expresiones que son particularmente excedentes para los dirigentes de Argelia, sobre todo para la jerarquía militar que erigió el dossier del Polisario en causa vital.

Según la misma fuente, las autoridades argelinas son conscientes de que su posición ya no es sostenible a nivel internacional. Habiendo rechazado obstinadamente el plan de autonomía propuesto por Marruecos y de preconizar, a cambio, un referéndum para el establecimiento de una república saharaui, no es una opción viable a los ojos de las grandes capitales.
Más allá de la tensión que aún perdura entre Marruecos y Argelia en el norte de África, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ahora ven la posición de Argel y el Polisario como un factor de desestabilización en una región que ya está a fuego y a sangre.

Los grupos terroristas se han implantado de forma permanente en la zona del Sahel, donde golpean de Malí a Nigeria a través de Chad, Níger, Libia, etc. Pero después de las sangrientas operaciones terroristas contra turistas occidentales en Túnez, las grandes capitales se han convencido de que los otros países del Magreb arriesgan de ser el próximo objetivo de los grupos yihadistas, si no se hace nada.
Esta situación regional regional explica la extrema cautela observada por las principales capitales del mundo en el tratamiento de la cuestión del Sáhara Occidental, con sus posibles implicaciones, no sólo en el Magreb, sino también en Europa, dice la misma fuente.