Hay señales que no engañan en la evolución del asunto del Sáhara Occidental, y los últimos acontecimientos lo confirman, particularmente en vista de la posición de varios miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que claramente muestran su inclinación por plan el autonomía defendido por Marruecos.
Después del apoyo declarado de Francia al plan de autonomía, Horst Köhler, el enviado Personal del Secretario General de la ONU, debe ahora tener en cuenta la posición de los Estados Unidos y Gran Bretaña.
Ambos países han expresado posiciones claras sobre este tema, en menos de una semana de diferencia. El primero fue anunciado por John Sullivan, vicesecretario de Estado de los Estados Unidos, el 29 de junio en Rabat, el segundo el 5 de julio en Londres, por el ministro de Estado británico para Oriente Medio y África del Norte, Alistair Burt.
Washington y Londres han elegido bien el momento. Fue en un momento en que los jefes de estado africanos se reunieron en una cumbre a principios de julio en Nuakchot, y en paralelo con la gira de Köhler por la región.
Por su parte, los dirigentes de la Unión Africana percibieron este consenso emergiendo a nivel internacional, y sabiamente decidieron nadar en la dirección de la corriente. Finalmente decidieron reconocer la exclusividad de la ONU en el proceso político, y mantener a la UA fuera de un conflicto que la organización panafricana ha ayudado a atascar.
En vista del contexto geopolítico regional e internacional y las diversas amenazas, en particular los terroristas en el espacio Sahelo-sahariano, han acordado dejar a la ONU la tarea de liderar la solución del problema del Sáhara.
Sin embargo, queda al Alemán Horst Köhler convencer al Frente Polisario y, sobre todo, a Argelia para que se una a la mesa de negociaciones con Marruecos. Sobre este aspecto, la resolución del Consejo de Seguridad de abril pasado es clara.
El organismo de la ONU insiste en la necesidad de que los países vecinos, en este caso Argelia, «fortalezcan su participación en el proceso de negociación». Una llamada que Argel continúa ignorando, ¿pero hasta cuándo?